El sacrificio de Ricaurte
Si bien en el Diario de Bucaramanga, que ya de por sí ha sido objeto de discusión por su autenticidad,1 se afirma que Antonio Ricaurte no se inmoló, esto corresponde a una de las más graves falsedades atribuidas por Perú de Lacroix. Según dice, Ricaurte no se hizo saltar con un barril de pólvora en la casa de San Mateo defendida por él con valor. «Yo soy el autor del cuento; lo hice para entusiasmar a mis soldados, para atemorizar a los enemigos y dar la más alta idea de los militares granadinos. Ricaurte murió el 25 de marzo del año 14 en la bajada de San Mateo, retirándose .con los suyos; murió de un balazo y un lanzazo, y lo encontré en dicha bajada tendido boca abajo, ya muerto, y las espaldas quemadas por el sol».2
En estas palabras aparecen rasgos y conceptos propios del Libertador, pero sin duda Perú de Lacroix, sugestionado por su manía anti-granadina, tergiversa la conclusión. Queda Bolívar entonces como el autor de un cuento cuyo propósito era el de darle a los granadinos una suerte de mártir. Pero existen consideraciones de mucho peso a favor de la veracidad del acto heroico ejecutado por Ricaurte. El edificio en la hacienda de San Mateo es grande, rectangular, construido sobre una colina de la Cordillera de la Costa; por el valle largo y relativamente angosto corre el río Aragua. La casa tiene adelante un corredor del cual se domina toda la hacienda, y dos miradores altos, donde desde uno de ellos se distingue parte de los Valles de Aragua, y a lo lejos la laguna de Valencia. Después siguen las habitaciones y en el fondo los cuartos de servicio y una puerta de campo.
El estallido destruyó solamente estos últimos. El resto de la casa quedó en pie, con las paredes agrietadas; María Antonina Bolívar la reconstruyó en 1828. Por otro lado, contamos con testimonios de los oficiales de nuestra guerra que narran la muerte de Ricaurte. Uno de los oficiales más eminentes de nuestra Guerra de Independencia, José Trinidad Morán, jefe de la segunda brigada de artillería en el centro de la línea de batalla en San Mateo, describe de la siguiente manera la muerte de Ricaurte:
Sabedor el enemigo de la aproximación del general Mariño, el 25 de marzo emprendió un ataque general. Cargó la mayor parte de sus fuerzas sobre la casa, hecha castillo, en la que estaba Ricaurte, quien acosado por el número y con la mayor parte de su tropa muerta, sabiendo que los enemigos no estaban muy abundantes de municiones y que buscaban las que él custodiaba, no pudiendo ya defenderse, hizo el último sacrificio a su patria: se metió en medio del almacén de pólvora con un tizón en la mano y cuando entraron donde él estaba le dio fuego y voló con cuantos se le acercaron.3
La explosión ocurrió a las siete de la mañana y su efecto causó un gran desconcierto, pero no se produjo una derrota total, pues la batalla continuó todo el día, sostenida sin gran energía, a consecuencia del hecho moral en sí y a la circunstancia de no tener Boves municiones. Aquellos momentos de degüellos y abnegación sin límites, de sacrificios sobrenaturales, de emigraciones en masa, explican el sacrificio de un héroe en la explosión provocada por él mismo para salvar al ejército y salvar la patria. Ricaurte distinguido por su elevación moral, practicaba la virtud natural en él.
La existencia de pólvora en muchos barriles estaba en el fondo de la casa, por esto sólo volaron los cuartos del servicio donde se hallaban y los inmediatos; el parque principal se mantenía en Valencia. Al parecer, por lo alto de la colina, la columna realista se estableció en el tiroteo, los realistas avanzaban rápidamente y al llegar a la casa reventó la explosión y volaron por el aire hombres y escombros. El espanto hizo retroceder a los enemigos, pero pasada la primera impresión volvieron a avanzar, ocuparon toda la casa y se sostuvieron en ella hasta las cinco de la tarde, a cuya hora, rechazadas las embestidas de Boves por la artillería y la fusilería de línea, los patriotas en tercer ataque recuperaron la casa.
¿Cómo se incendió el parque encerrado en un cuarto? No era fácil que el fuego de la fusilería enemiga penetrara en la estancia donde se hallaba la pólvora cubierta por altas paredes. Por otra parte, esto sucedió cuando ya los enemigos estaban dentro de la casa. Sólo puede admitirse que Ricaurte, sin abandonar el edificio, disparara sobre los barriles de pólvora y provocara la catástrofe. En favor de la veracidad del sacrifico existen también otros elementos a favor: la creencia unánime en todo el país, transmitida por tradición; el convencimiento, sin excepción, conservado por todos los habitantes de San Mateo; la opinión decidida de nuestros historiadores; etc., etc. A continuación exponemos hemos muy importantes relacionados con el acontecimiento.
El día del suceso en cuestión se reportaba mediante un parte oficial de la batalla: «La pérdida del enemigo ha sido inmensa; pues sin contar los dispersos ha tenido más de ochocientos hombres entre muertos y heridos. De los primeros lo han sido el capitán de la Unión Ricaurte, que hizo solo frente al enemigo en nuestra ala izquierda; y que rodeado por todas partes, no pudiendo salvar los pertrechos, los incendió y voló con ellos para que no se aprovechasen los contrarios».4 Al día siguiente del sacrificio de Ricaurte, Bolívar le escribió a Urdaneta estas palabras: «Defenderéis a Valencia, ciudadano general, hasta morir; porque estando en ella todos nuestros elementos de guerra, perdiéndola se perdería la República». Urdaneta disponía de un puñado de hombres y se aproximaban a sitiarlo los ejércitos de Coro y de Apure.
Después de cinco días de lucha encarnizada, Urdaneta tomó una disposición heroica de acuerdo con las terribles circunstancias del momento. Escribió O’Leary en sus memorias: «Poca esperanza había de buen suceso si no se recibían auxilios, y Urdaneta, en cumplimiento de las órdenes que tenía, ordenó a todos los oficiales artillería, que en caso de asalto, clavaran las piezas y se replegasen con la tropa al cuartel de artillería, en donde se encerraba el gran parque del ejército para hacer allí la última defensa y volar con él antes de entregarlo al enemigo».5 Estos documentos corresponden al ambiente creado por el sacrificio de Ricarute.
Incluso el realista José Domingo Díaz nos deja en sus memorias una conversación con José Tomás Boves en la que éste, en el último sitio de Valencia, después de narrar sus últimas operaciones, le informa su plan para obtener la rendición: «Luego tomé sin resistencia los pueblos de Guacara, San Joaquin y los Guayos, y me apoderé del Morro, y los tengo cercados en Valencia, reducidos a sólo la plaza, que ya me habría apoderado de ella y sus trincheras, si no fuera por razón de la obstinación que tienen de dar fuego al almacén de pólvora, de cuyo atentado perecerán muchos de los míos. Están muy escasos de alimentos, y vivo persuadido que el hambre los hará entregar».6
Francisco Tomás Morales, mano derecha de Boves, expone lo siguiente en relación a la última batalla de San Mateo, librada el 25 de marzo de 1814: «Aquí se repitieron ataques sangrientos en que salió herido aquel ínclito jefe [Boves], y encargado yo del mando del ejército continúe con el asedio. El Trapiche de Bolívar, muy fortificado lo tomé por asalto y sus defensores se volaron».7 Esta declaración de Morales ratifica el hecho heroico de Ricaurte en San Mateo. La expresión usada por Morales de se volaron indica que la explosión no fue consecuencia natural de la lucha, sino acto premeditado de los patriotas. Por último, entre los testimonios favorables a Ricaurte se halla el del notable coronel presbítero José Félix Blanco, actor importante en la campaña. En sus apuntes nos describe el carácter y los sentimientos exaltados de Ricaurte. A este respecto dice:
Tuvimos la satisfacción de tratar de cerca a la mayor parte de los oficiales granadinos que vinieron el año 13 en la expedición libertadora de Venezuela; y podemos asegurar que eran jóvenes muy recomendables por todos títulos: educación, moral, valor, instrucción, todo se hallaba en ellos; mas, siempre observamos, que el capitán Antonio Ricaurte se distinguía por sus ideas exaltadas y romanescas [sic]. Empapado en la historia de las Antiguas Repúblicas, quería que todos fuésemos griegos o romanos. Según él, no se podía ser verdadero republicano sin acciones heroicas, sin sacrificios extraordinarios o preternaturales. Todos debíamos ser víctimas inmoladas en el altar de la Patria al ídolo de la Libertad. Éstas eran sus ideas favoritas y sus conversaciones frecuentes, animadas siempre por una expresión de entusiasmo, con que pretendía estimular a sus compañeros de armas al sacrificio. Por estos antecedentes, creemos que el incendio del parque de San Mateo fue una acción de heroísmo, premeditada por el capitán Ricaurte para inmortalizar su nombre. La posteridad honrará justamente su memoria.8
En suma, existe documentación suficiente para afirmar que, en efecto, Antonio Ricaurte se inmoló en San Mateo un 25 de marzo de 1814, y que lo dicho en el Diario de Bucaramanga corresponde a una invención.
El trabajo más notable en esta materia es el de M. Pinzón Uzcátegui, Crítica histórica sobre el “Diario de Bucaramanga”, Caracas, 1914, donde reúne varios juicios sobre el códice pertenecientes a distintas personalidades académicas e intelectuales, entre quienes resaltan Lisandro Alvarado, P. M. Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz, etc.
L. Perú de Lacroix, Diario de Bucaramanga, o vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar, Madrid, 1924, pp. 225-226.
Alfredo Guinassi Morán, General Trinidad Morán, 1796 a 1854: Estudios históricos y biográficos, Arequipa, 1918, p. 27.
Boletín del Ejército Libertador N.º 45, Cuartel General de San Mateo, 25 de marzo de 1814, Vicente Lecuna, Bolívar y el arte militar, Nueva York, 1955, p. 268.
Memorias del General Rafael Urdaneta, Caracas, 1888, pp. 86 y 90.
Boves a Díaz, Valencia, 4 de julio de 1814, J. D. Díaz, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Caracas, 1961, p. 291.
Manuel Landaeta Rosales, «Relación Histórica en compendio de las operaciones del Ejército Expedicionario de Costa Firme, durante el tiempo que estuvo al mando de Francisco Tomás Morales [Continuación]», Boletín de la Academia Nacional de la Historia 7, n.º 27 (septiembre de 1924), p. 76.
J. F. Blanco, Bosquejo histórico de la revolución en Venezuela, Caracas, 1960, pp. 188-189, en nota.